miércoles, 23 de abril de 2014

Caso de burnout

Emilio es un médico de 40 años que trabaja en un hospital de la Seguridad Social. Tras finalizar su carrera en Ciencias Exactas, decidió matricularse en la Facultad de Medicina, porque ésta era una profesión en la que creía poder sentirse más realizado, ayudando a los pacientes y con posibilidades de mejora continua.

Terminó Medicina y se especializó en Traumatología. A Emilio le gustaba mucho el deporte, le apasionaba. Jugaba a fútbol desde niño en el colegio, en el equipo de la universidad y, además, se hacía cargo del botiquín y de los lesionados: las lesiones traumáticas en el deporte era un tema que le atraía. Por eso eligió su especialización.

Consiguió plaza en su ciudad, aunque un tanto condicionada: su jefe le tenía que firmar todos los años la conformidad para que pudiera permanecer en su servicio. Empezó a trabajar con mucha ilusión, tenía muchos proyectos y ganas de seguir formándose y de aportar al servicio su trabajo y el fruto de su aprendizaje.

El trabajo era agotador, y las primeras dudas aparecieron a los pocos años de trabajar:


• " Existía un conflicto entre la manera de proceder y trabajar que le habían enseñado en la facultad y en los libros y la disponibilidad de tiempo y de medios que él tenía.

• Por falta de tiempo, la inquietud que tenía por hacer las cosas bien le obligaba a prorrogar su jornada laboral hasta que el trabajo quedaba perfectamente realizado y le había concedido el tiempo necesario a cada caso para hacer una buena exploración y estudio.

• " Por falta de medios, el día a día era un infierno: discutir con el radiólogo para que le hiciera las radiografías que necesitaba, discutir con los administrativos por problemas burocráticos, solicitar una y otra vez material a su jefe, ya que los medios con los que trabajaba eran inaceptables y la responsabilidad del acto quirúrgico era suya, las consultas masificadas en las que la gente se mareaba por falta de ventilación, etc.

• Su profesión, antaño reconocida y respetada, cada vez estaba más infravalorada. Los pacientes reconocían como obligaciones determinadas actitudes y molestias que Emilio se tomaba por ellos e incluso lo llegaban a manifestar abiertamente, «para eso le pagamos el sueldo y cobra lo que cobra», sin darse cuenta de que determinadas acciones tan sólo se pueden explicar mediante la presencia de una gran vocación y capacidad de sacrificio por los demás. Vocación que, por otra parte, se iba disolviendo día a día por la erosión de la carga de trabajo y la falta de reconocimiento de la labor que realizaba.


En la cabeza de Emilio se sucedían estos pensamientos:

• Realmente, ¿hoy día se puede atender correctamente al paciente? En gerencia parece no importarles la calidad, sino la cantidad.

• Si se hicieran las cosas como creo que debo hacerlas, no podría salir del hospital y estaría reñido con la mitad de los servicios, porque las pruebas muchas veces llegan tarde o equivocadas. En el resto de servicios también están muy presionados y la agresividad se sitúa a flor de piel.

• Me cuestiono si los pacientes se lo merecen: no te agradecen nada y, en ocasiones, te faltan al respeto, llegándote a insultar. Pero siempre te encuentras a buenas personas, que no tienen la culpa del comportamiento de estos individuos y que ponen toda su confianza y su salud en tus manos y que se merecen que hagas las cosas del modo que deben hacerse (aunque esto le importaba cada vez menos).

• Cada día hay más pacientes, faltan medios materiales y personales, y no contratan a nadie más. Dicen que «no hay dinero».

• La formación es cada vez más difícil de conseguir. A mi jefe no le interesa tener gente demasiado preparada que pueda discutir sus decisiones.

• El último curso al que fui me costó estar 12 meses sin que él me programase operaciones para poder utilizar lo aprendido. Incluso llegó a contratar a una persona de fuera para que hiciera las artroscopias que yo tenía pendientes.

• Profesionalmente, estoy en el mismo punto que hace 10 años, porque pese a que personalmente me he molestado en costearme los cursos, la organización no me ha dado ninguna ayuda, al contrario, tan sólo dificultades para poner en práctica lo aprendido.


Emilio había tocado fondo

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